La estabilidad de la corrupción
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Esperanza Aguirre |
Resulta
que el partido político que en la actualidad gobierna este país llevaba
dieciocho años financiándose de manera ilegal. Pero no se preocupen, porque eso
ya es agua pasada. Ahora que se descubrió el pastel, ya han empezado a
financiarse en condiciones, ¡todo legal! “Confíen en mí, les irá bien, háganme
caso”, les ha dicho Rajoy a los suyos… “El PP está bien”, dijo también, “Es una
opción que garantiza seguridad y estabilidad”, y en este punto, no sabría decir
si se estaba refiriendo al país que gobierna o, nuevamente, a los suyos. ¿Y es
que acaso puede haber mayor estabilidad que dieciocho años seguidos de
sobresueldos, regalos, reformas de albañilería y campañas electorales sin
límite de gastos? Pero a la Fiscalía todo le parece bien, ellos a mandar, que
ya se emplearán con saña contra algún muerto de hambre que trate de robar en un
supermercado. Esperanza Aguirre lo tiene claro, el problema son los indigentes
que duermen en las calles del centro de Madrid, ¡que queda muy feo, caramba! Y,
por el bien del turismo (su proyecto estrella para levantar el país y
convertirlo en el gran botellón de Europa), está dispuesta a “erradicar” esta
mala costumbre en cuanto tenga oportunidad. Lo que más impresiona es que tenga
el valor de hacer este comentario sin ruborizarse… vamos, sin cortarse un pelo,
lo que deja bien claro no solo la, llamémosle, calidad humana de la Presidenta
del PP de la Comunidad de Madrid, sino su indómita inteligencia y su habilidad
para resolver problemas sociales tan graves como el de las personas sin hogar.
Pero
lo cierto es que el negocio más estable que se ha generado en nuestro país en
los últimos años ha sido la corrupción, así que no le falta razón al
presidente. Y, no lo duden, todavía funciona a pleno rendimiento. Los escándalos
que continúan sucediéndose casi a diario son solo los restos del banquete, la
basura que siempre acaba produciendo cualquier actividad humana, la leve resaca
que han de soportar los más imprudentes, los reyes del exceso… o los más
tontos, que nunca se sabe. Lo peor es que nos hemos acostumbrado; estamos
vacunados de espanto, que diría mi madre. Nada nos sorprende ya (ni los
ordenadores sin disco duro de la sede del PP, ni la detención de Rato,
enseguida convertida en chiste popular); después de todo, la corrupción sigue
manteniendo intactas sus opciones electorales. Así somos.
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