PALABRA POR PALABRA. De mayor, inversor
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Don DeLillo |
Mucho me temo que, tal y como venimos actuado ante esta crisis económica
que va camino de convertirse en toda una forma de vida, de aquí a poco, nuestros
hijos ya no soñarán, como esos niños antiguos y pretecnológicos (nosotros
mismos), con ser bomberos, médicos, policías o profesores cuando sean mayores.
¡Tampoco a sus padres se les ocurrirá inculcarles profesiones tan
desprestigiadas y poco lucrativas! Supongo que lo más razonable, porque es lo
que les estamos transmitiendo desde todos los ámbitos posibles, es que acaben
creyendo que lo mejor, de mayor, es ser inversor. Los inversores no tienen paro
y están colmados de ventajas fiscales. Si les van mal los negocios o su
ambición sin límites, alimentada en las mejores universidades privadas del mundo,
les lleva a la bancarrota, los gobiernos les descargan de toda responsabilidad
a la vez que imponen a sus conciudadanos las medidas de ajuste más salvajes con
tal de devolver a aquéllos su fortuna y su modo de vida. Cuanto más regulado y
oprimido se encuentra el ciudadano común, tanto más libre y desregularizado
respira el inversor. Y es que los políticos se desviven por agradar a los
inversores. Por ellos hacen lo que tengan que hacer, como no se cansan de repetirnos.
Dice el ministro de Industria que gracias a la reforma laboral del gobierno,
ahora, los inversores están más contentos. Aunque, enseguida nos advierte de
que todavía no es suficiente. Nos exigen un poco más, es decir, viajar todavía
más atrás en el tiempo; el siglo XIX no basta, debemos retroceder hasta el
XVIII, o más allá. La Edad Media sería ideal para el inversor, porque mientras
nosotros retrocedemos, resulta que por algún fenómeno físico-político ellos
avanzan, y mientras nosotros tenemos menos derechos y somos cada vez más
pobres, los inversores viven por encima de la ley y son cada vez más ricos. Salvo
en un reconfortante relato de Don DeLillo, La
hoz y el martillo, que yo sepa, ningún inversor, ni nadie de sus cuadrillas
de ingeniería financiera causantes del robo a escala global que propició esta
crisis, ha dado con sus huesos en la cárcel. Al contrario, han abandonado los
pecios de sus empresas con indemnizaciones millonarias mientras los ciudadanos
hemos tenido que sufragar los equipos de salvamento. Porque, cuanto más nos
hundimos nosotros, más flota el inversor. Y a usted, ¿qué le gustaría ser de
mayor?
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