PALABRA POR PALABRA. Al final

Publicado en el diario La Opinión A Coruña (suplemento Saberes) el día 13-7-2013

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Al principio, recuerden, nos decían que habíamos vivido “por encima de nuestras posibilidades”. La gente se había comprado coches y casas, gastaba a menudo en bares y restaurantes, en libros y en cultura, en tiendas de ropa y en los gigantescos centros comerciales que florecían (algunos prácticamente compartían muros medianeros) en nuestros polígonos industriales (lugares donde antiguamente solía haber trabajo). Muchos trabajadores planificaban con antelación sus vacaciones pagadas en alguna playa defenestrada por la mafia (entonces, todavía admirables empresarios, orgullo y motor económico de nuestro país) del ladrillo, se gastaban hasta el último céntimo de sus pagas extra en suvenires y otros artículos de coña, y confiaban en poder acercarse a la farmacia más cercana en chanclas y sin cartera si su médico les recetaba una pastilla para la resaca o algún ungüento para las quemaduras solares (también la píldora del día después, sin temor a que nadie les revisara la moralidad). A la vuelta, ya en septiembre, había incluso quien se deprimía pensando en volver a encerrarse en la oficina hasta navidad. Luego, los niños empezaban un nuevo curso escolar a salvo (no todos, claro) del oscurantismo y la mojigatería de las sotanas y sin que un agente de aduanas les escanease el “tupper” a la entrada del comedor, ¿se acuerdan? Los profesores cobraban un sueldo digno (al menos no insultante) por educar a nuestros hijos y sólo la agitación puritana de unos cuantos “insurrectos” de Educación para la Ciudadanía causaba cierto alboroto en las escuelas (¡quién hubiese podido objetar de Matemáticas o de Latín… Los hay que hubiesen vendido su alma al diablo por librarse incluso de Gimnasia! ¡Tiempos aquéllos!). Ahora, descubrimos que son nuestros gobernantes con sobresueldos los que verdaderamente vivían por encima, no sólo de sus posibilidades, sino también de sus capacidades, de su honradez, de su inteligencia e, incluso, de la ley. Y es que, al final, lo que parece es que hayamos vivido un sueño democrático del que ahora despertamos. ¿Quién no se ha frotado los ojos, aturdido, al ver como en la televisión pública vuelven a manipular la información de los atentados del 11-M con calidad y maneras del nodo, o al escuchar, en la misma cadena, que quien fuera dictador y asesino recupera su rancio tratamiento de caudillo (“por la gracia de dios”)? Ríanse ustedes. 

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