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Iréne Némirovsky |
Por diferentes causas y azares, un manuscrito o,
también, una obra ya editada, puede pasarse décadas encerrado en un cajón o
desaparecida entre los miles de volúmenes que conforman esa gran biblioteca de
autores y títulos olvidados y, de pronto, ver la luz en otra época, otra
civilización, casi en otro mundo. Es como un viaje en el tiempo que el lector
del futuro acoge con verdadero entusiasmo por lo que tiene de inesperado y casi
mágico; para el lector, su descubrimiento significa adentrarse en un pasado intacto
y, en cierto modo, novedoso. Para el autor, por desgracia, suele significar una
vida de penurias, de escaso reconocimiento, a veces de persecución y censura,
incluso de trágico desenlace.
Hubo que esperar más de cincuenta años para que El pianista del gueto de Varsovia, de
Wladyslaw Szpilman, pudiese llegar a las librerías de todo el mundo después de
que en 1946, fecha de su publicación, las propias autoridades
polacas suspendiesen su distribución. En España, las impresionantes memorias de
Szpilman aparecieron en 2000, el mismo año de su muerte. Sándor Márai tuvo que
abandonar Hungría en 1948 por su abierta
disensión con la ortodoxia del régimen comunista; su obra fue prohibida y su
nombre cayó en el olvido. En 1999, diez años después de su muerte, la editorial
Salamandra recuperó para los lectores en castellano El último encuentro (1942), que hoy lleva más de cuarenta
ediciones, y, desde entonces, no han dejado de publicar nuevos títulos año tras
año y éxito tras éxito. Vasili Grossman no llegó a ver publicada su obra
maestra, Vida y destino, una lúcida e
impresionante semblanza de la sociedad soviética durante el transcurso de la
Segunda Guerra Mundial, que, en los años ochenta, consiguió cruzar las
fronteras de la URSS (microfilmada) para convertirse en una de las grandes
referencias literarias del siglo XX. Iréne Némirovsky murió asesinada en
Auschwitz en 1942, tenía 39 años. El manuscrito de su novela inacabada, Suite francesa, fue publicado en 2004,
redescubriendo para el mundo a una escritora fabulosa, capaz de describir con
inteligencia y una aguda sensibilidad el desmoronamiento social de la Francia
ocupada que le tocó vivir.
Con cada uno de estos libros he disfrutado de
intensas horas de la mejor lectura, esa que deja un poso de serena renovación.
Es la magia de la gran literatura: su intemporalidad.
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Wladyslaw Szpilman |
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Vasili Grossman |
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Sándor Márai |
Hace varias semanas decidí leer (en la mayoría de los libros, releer) toda la obra de Irène Némirovsky, por fecha de publicación, volviendo a disfrutar de su sarcasmo autobiográfico, de la perfecta descripción psicológica de sus personajes, de las escenas terribles vividas por los seres humanos de su época (que también son intemporales). Únicamente me quedan por repetir la enorme "Suite francesa" y "El ardor de la sangre".
ResponderEliminarEsto ha sido posible porque un día, entre el olor a libros y amistad de tu salón, me recomendaste que la leyera. Gracias por ello.