Indigestión de realidad

La vida vista a través de las redes sociales parece un caos irresoluble, lo que quizá se aproxime bastante a la realidad. Sin embargo, es bien sabido que la perspectiva lo es casi todo a la hora de analizar cualquier asunto en la vida, y si no sacas nunca la cabeza de alguna de estas redes, corres el riesgo de creer que una frase ingeniosa encierra en sí misma toda la sabiduría del mundo. Lo cierto es que cada vez parece haber más gente atrapada en la creencia de que Twitter es la única realidad, que la prensa es interesada y no lo cuenta todo y que el auténtico debate sobre el estado de las cosas no puede producirse más que a golpe de tuit. En Twitter cualquier persona puede ser una estratega de la política, una poeta, una fotógrafa, una maestra, una historiadora, una feminista, un Premio Planeta, una lectora insaciable, una analista, una periodista de investigación, una reportera, un activista, una crítica literaria, una publicista. Vamos, lo mismo que ocurría hace unos años en el bar de la esquina, pero sin que los medios de comunicación ni los partidos políticos ni las empresas de estadística dieran cuenta de tales ardores al día siguiente. 
Uno pasa un rato por Twitter y sale mareado de tanta palabrería, del goteo de imágenes inconexas, de informaciones inverificables, de afirmaciones perogrullescas o discusiones infumables. Sí, ya lo sé, hay más cosas, Twitter no es solo eso, por supuesto. También es una forma de compartir artículos e informaciones periodísticas, culturales, científicas, denunciar injusticias, promover la solidaridad con otras personas, etc. No obstante, uno tiene la impresión de que todo se solapa y que unas cosas entierran otras sin tiempo para digerir correctamente nada. Los debates que se abren en los hilos de esta red me recuerdan a los gritos y aspavientos de esos programas de dudosos tertulianos de la televisión. Observo, además, un placer sádico por el escarnio en masa si alguien mete la pata o dice algo inapropiado, es decir, si su opinión contraviene la de la corriente mayoritaria o hiere de algún modo la sensibilidad del momento. Abunda lo pueril, lo chabacano, la crispación y la falta de ortografía. Se forman grupos o bandas, más bien, de opinión que se dedican al linchamiento de sus contrarios. Hay merodeadores, acosadores, necios, exaltados, idiotas, exhibicionistas y exhibidores. Hay un negocio del ego que engancha y es tan adictivo como la heroína. Y mucho ruido. 

Dicho así, lo cierto es que Twitter, más que un sucedáneo, parece haberse convertido en la realidad misma. Así que en cuanto termine este artículo, lo tuitearé, y luego buscaré un lugar sin conexión desde el que poder observar la vida desde otro ángulo, el de la ficción, seguramente. Bendita sea.

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