Criaturas

Leo en algún periódico, quizá en todos, que el gobierno de Aragón ha enviado a sus funcionarios una suerte de guía de estilo para que todos ellos utilicen un lenguaje "con perspectiva de género". Resulta aterrador pensar que los políticos se crean en la posición de decirle a alguien qué palabras debe utilizar y cuáles quedan desfasadas o inútiles. 
Y no lo digo solo por la inutilidad demostrada por este gremio en casi todas las facetas que de verdad tienen que ver con su trabajo, ni siquiera por la inutilidad demostrada por sus representantes más conspicuos a la hora de abrir la boca y nombrar la realidad de las cosas, que es la realidad de la vida, sino por el miedo que da que desde ciertas instancias se arroguen, con una osadía de otros tiempos, la facultad de sugerir el modo en que alguien debe expresarse y además pretendan normalizarlo con borreguil mansedumbre entre el personal (mira por dónde, esto último me ha quedado de lo más inclusivo). La estulticia del panfleto llega a extremos de este tipo: al parecer, es incorrecto decir "Todos los miembros de la familia". Lo correcto, según la guía, sería: "Cualquier miembro de la familia", y, de esta forma, te cargas el conflictivo artículo masculino plural. ¡Brillante! La cosa mejora: es incorrecto decir "niño", para referirse a alguien que está en la niñez, lo correcto, atención, sería "criatura". 
Lo cierto es que este mundo nuestro está lleno de criaturas, de lo más variopintas, por cierto. Y conste, porque en estos tiempos parece que haya que explicarlo todo, que me parece estupendo (y yo también lo practico) que la gente, poco a poco, vaya acostumbrándose a utilizar un lenguaje alejado de viejas fórmulas machistas, más apegado a lo femenino y a las nuevas realidades de los tiempos que corren, pero creo que la política está lejísimos de ser la vía por la que esto deba tratarse. La expresión "política lingüística", por ejemplo, siempre me ha recordado los usos terminológicos de conocidos regímenes nazis, fascistas y comunistas. La lengua no debería ser una cosa política, sino algo vivo y libre que sus hablantes puedan hacer y deshacer a su antojo y sus escritores embellecer al suyo y los estudiosos registrar y analizar, y poco más. 
Luce mucho llenarse la boca de lenguaje inclusivo en la ficción de una guía de estilo y no hacer absolutamente nada en la realidad exclusiva del mundo laboral, de la vida familiar, de la educación, del paro, de la cultura (la de verdad, la de la calle, la de las librerías que tienen que cerrar porque a ningún político parece interesarle que los ciudadanos y ciudadanas, vascas y vascos, etc., lean; no vayan a entrenar demasiado el músculo del pensamiento libre). 

Asusta pensar en una sociedad cada vez más manipulable, más uniforme, con un pensamiento reducido a los mínimos del lenguaje político. Pero qué sé yo, seré un miedica.

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