Postdata

No creo en ese género literario sobrevenido que se ha dado en llamar lectura de verano. Suena a cosa boba, superficial. Y los libros que se quedan en la superficie de las cosas son como, qué se yo, ¿la cerveza sin alcohol, el sexo a través de la pantalla helada del ordenador? En verano tratan de vendernos siempre la idea de ligereza, lo que me parece muy acertado en el terreno de la moda, por ejemplo, pero a menudo sospechoso en el de la literatura o el cine, por no hablar en el de la música. Y es que suele coincidir que a eso que llaman ligero, incluso fresco, uno pueda añadirle también otra buena ristra de adjetivos mucho menos sutiles.
Cualquier novela o cualquier película capaz de estimular nuestra inteligencia es en sí misma refrescante, nos sacude del aturdimiento en el que poderosas fuerzas mediáticas y sociales tratan de mantenernos enredados.
El verano es una época tan buena como cualquier otra para leer. Claro está que si uno puede disfrutar de unos merecidos días de vacaciones pagadas, encontrará en ellos mucho más tiempo para dedicar a la lectura que entre las prisas y los achuchones de la rutina diaria. Y si la vida nos regala tiempo, ¿por qué habríamos de desperdiciarlo con esos libros tan sospechosamente estacionales?
Por otro lado, y en oposición a todo lo dicho respecto al entretenimiento cultural, los días de vacaciones me parecen un momento fantástico para la ociosidad y la pereza. Huyo de los grandes viajes y cultivo con fervor la holgazanería. Trato de disponer mis días como un simulacro de esa forma de vida de la que hablaba Montaigne y de la que, por desgracia, tan lejos nos encontramos en este mundo de grandes velocidades, de afanes económicos y sociales, de búsqueda del éxito como objetivo vital: “Mi principal oficio en esta vida ha sido pasarla dulcemente y más bien apática que afanosamente… Nada me es tan odioso como la preocupación y el esfuerzo, y solo busco vivir con indolencia y dejadez”. Por cierto que esta cita, tal cual la he escrito aquí, se cruzó conmigo hace ya algún tiempo, mientras leía los fantásticos Diarios de Iñaki Uriarte, tres volúmenes tan frescos y veraniegos como cualquier otro libro que ustedes elijan para leer a la sombra de este verano que espero disfruten con sabiduría. Seguro que sí.

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