Guardianes de la moral

Leer en Nueva Tribuna (13-6-2018)
Hay una suerte de moda, una tendencia moralista y perversa entre las grandes productoras y plataformas de cine y televisión que, sin embargo, no parece inquietar a nadie. En los últimos tiempos se vienen repitiendo noticias, redactadas con aparente sobriedad informativa, acerca de cancelaciones de proyectos de trabajo, series en emisión, películas ya rodadas e incluso contenidos antiguos de ciertos actores o directores que han tenido un comportamiento reprobable, estúpido, obsceno, racista o directamente delictivo en cualquier ámbito de su vida, incluso en el caótico, y diría que casi ficticio, universo de Twitter.
El último caso hasta la fecha es el de la exitosa serie norteamericana Roseanne. Su creadora y actriz protagonista, Roseanne Barr, tuvo la desagradable e inexcusable (y todo lo que queramos añadir) ocurrencia de pergeñar una especie de chiste racista y ofensivo en Twitter acerca de la exasesora de Barack Obama. Este comentario ha supuesto que la cadena ABC haya dejado de emitir la serie, a pesar de las disculpas expresadas por la actriz en la misma red social. El periódico donde leí la noticia, la subtitulaba así: “La actriz, partidaria de Trump, compara a una asesora de Obama con El planeta de los simios y destruye una de las series del año en Estados Unidos”. El propio periodista parece aceptar sin el menor cuestionamiento la lógica de los acontecimientos. La actriz se lo ha buscado, qué manera de echar por tierra su trabajo y el de sus compañeros…
¿Realmente estamos dispuestos a aceptar que las opiniones de alguien, por más detestables que nos parezcan, puedan tener consecuencias purgativas de este calado? ¿Quiénes han de erigirse en guardianes de los valores morales del momento? ¿Cómo podemos estar seguros de que ideas o actitudes que hoy nos parecen aceptables, mañana no dejarán de serlo en función de los intereses políticos o religiosos de ese pequeño grupo de personas que ostentan, por decisión propia, la potestad del castigo?      
Hay otros casos, merecedores o no de una sanción administrativa o incluso de una condena penal, que han acabado sufriendo esta misma purga pública sin distinguir entre el ámbito de la vida privada y el del trabajo o la creación artística. HBO y Netflix retiraron o cancelaron las series del creador Louis C.K. después de que trascendieran algunos de los usos y costumbres sexuales de su vida privada. A Woody Allen intentan cancelarle su próxima película, ya rodada, después de que un grupo de actores haya decidido declararle culpable de algo de lo que los tribunales lo exculparon hace décadas… Los guardianes de la moral vigilan por nosotros, ¿estamos a salvo?

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