PALABRA POR PALABRA. Idea para una columna



Julio Llamazares
Mientras pensaba cuál podría ser el tema a tratar en la columna de esta semana, me ha venido a la cabeza, no sin cierta ironía literaria, un relato de Julio Llamazares titulado Un cuento de encargo. El protagonista es un escritor que se ha comprometido a escribir un cuento de treinta páginas para un periódico. Tiene un plazo de tres semanas para entregarlo y a medida que avanza el relato (el que escribe Llamazares) el tiempo se agota sin que se le ocurra ninguna idea de partida lo suficientemente reveladora o vehemente como para romper a escribir. El escritor prueba sin éxito toda clase de métodos creativos, desde sentarse directamente frente al ordenador y teclear lo primero que se le pasa por la cabeza; acudir a sus cuadernos de notas y desarrollar alguna de las ideas para cuentos, columnas o novelas que ha ido esbozando a lo largo de los años; probar con algún género literario, diferente a su habitual estilo, capaz de estimular de nuevo su imaginación; hasta relatar alguna anécdota de su propia vida. En su desesperación, llega incluso a plantearse plagiarse a sí mismo y entregar un cuento que ya hubiese publicado con anterioridad, o algún fragmento de sus primeras novelas de las que, seguramente, ya no se acuerde nadie… pero, “¿Y si, de pronto, algún lector atento lo descubría y se dirigía al periódico denunciando su descubrimiento?” Porque, como acierta a reflexionar el propio protagonista, siempre hay alguien que lo recuerda todo. Sólo al final, casi sin tiempo para cumplir con su encargo, el escritor comprende cuál es esa historia capaz de interesarle lo suficiente y llevarle a escribir su cuento.
Éste es uno de los relatos que más me gustan de las doce historias que Julio Llamazares recopila en Tanta pasión para nada (Alfaguara 2011). Algunos de ellos publicados con anterioridad, como es el caso de este Cuento de encargo (en un periódico, además), o El penalti de Djukic, y que, al releerlos ahora, me han hecho recordar todas las maravillosas horas de lectura que me han proporcionado sus novelas, sus libros de viaje y sus artículos periodísticos. Porque, sin duda, novelas como Luna de lobos, La lluvia amarilla o Escenas de cine mudo, contienen algunas de las mejores páginas de nuestra narrativa contemporánea.
Y, como habrán podido comprobar, al final, la idea de ese cuento suyo se ha convertido en esta columna mía.

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